Menores ante la tecnología y violencia
¡No podemos mirar a otro lado, no debemos hacerlo! El coste puede ser demasiado alto. En 2010, la doctora Garaigordobil recoge con claridad que el uso indebido y generalizado de video-juegos, televisión, internet y otros dispositivos como los smartphones y tablets en los que el contenido violento sea lo más elegido por parte de los niños y adolescentes, es un factor indiscutible para que se genere una desensibilización de esta violencia. A esto, se le puede sumar el bombardeo informativo sobre noticias violentas que, de manera indiscriminada, se ven en las familias.
El aumento de consultas por adicción a las tecnologías se ha elevado considerablemente, aunque los progenitores no acudan directamente exponiéndolo así. Suelen indicar que los hij@s tienen ataques de rabia y agresividad cuando tienen que dejar las máquinas, cuando incluso juegan; así como desconcentración, falta de interés por relaciones sociales no virtuales, por otras actividades, etc. Pero cuando se les pregunta: ¿cuánto tiempo está expuesto tu hijo a la tecnología? Las respuestas son altamente significativas: como media de una a dos horas diarias y cuando no es diaria, porque indican que lo dejan para el fin de semana, el tiempo suele ser ilimitado. Si además se les pregunta el tipo de juego, (generalmente el consumidor es varón, según los expedientes clínicos del Centro Intelecto) la respuesta se debate entre los de guerra para mayores de 18 años y los de fútbol. Si se les pregunta a los padres por qué dejan jugar a sus hijos a juegos violentos (menores de 8 años en adelante como media, aunque cada vez los hay más pequeños y son consumidores sobre todo de tablets) la respuesta suele ser: "todos sus amigos lo hacen y juegan en línea... si no, se queda solo". Afortunadamente, las familias que acuden a consulta y que entran en un proceso de cambio, entienden los riesgos y las consecuencias de estos hábitos y en el trabajo conjunto que se organiza, los resultados suelen ser exitosos. Pero ¿qué ocurre con el groso de la población que no quiere escuchar, que no asiste a las sesiones de orientación familiar preventivas que se pueden dar en los Centros escolares, que no se dan por enterados o que consideran que es una exageración?
La mente de un niño es muy "plástica", fácilmente moldeable para todo: los estímulos y las influencias positivas y las que no lo son tanto. La exposición a la violencia es de lo más negativo. Si un niño minimiza el efecto de la sangre virtual ante un disparo, el atropello a una persona, la guerra y lo que supone matar, su cerebro está contaminándose. Así son las cosas, así se ha investigado. Sirva como ejemplo los resultados de Santiesteban (2005) con una muestra de 2.322 escolares de 9 a 16 años, de centros públicos y privados de Madrid, donde se concluía que a más videojuegos y más televisión con estos contenidos, más conducta violenta se observaba. Si tenemos en cuenta de que en esa investigación aún no había un desarrollo tan masivo de los smartphones y tablets, no es difícil hipotetizar que los resultados, hoy, podrían ser aún más tajantes.
Todos los investigadores y expertos que trabajamos en el área de Infancia y familia y desde todos los ángulos, donde se incluyen las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, estamos de acuerdo y es absolutamente necesario de que, desde la Familia se cuide mucho cómo consumen los hijos las tecnologías, cómo se distribuye el tiempo de juego, qué tipo de actividades lúdicas pueden ser más constructivas, cómo rentabilizar el poco tiempo que se tiene que para que puedan los padres y los hijos aumentar el tiempo compartido. Es necesario tomar consciencia de estos aspectos porque si los niños generalizan la violencia, si minimizan sus efectos y si se anestesian no dudarán en agredir a sus progenitores (como ha pasado con el niño que recientemente acuchilla a su madre porque no pudo reiniciar el videojuego) a sus hermanos, a otros niños o a otros adultos. No es la única causa, pero es hoy por hoy, una de la más relevante y que además de lo que provoca en lo que a la conducta violenta se refiere, se añade el terrible factor adictivo para el cerebro del menor.
La familia es el primer contexto socializador y su influencia es vital. Esto es una realidad sin discusión (independientemente de cómo se conforme cada núcleo familiar) Es en la familia donde se tienen que marcar las bases, asentar las raíces y poder coordinarse a posteriori con el contexto escolar. Todos somos al final responsables, pues el profesorado también es padre y madre y tendrá las mismas cuestiones en sus casas que el resto de la sociedad. Este entramado tan vital y transcendente para la salud y estabilidad de nuestros hij@as y futuros adultos de nuestra sociedad no es un video-juego, no es virtual, es algo que requiere de una atención inmediata pues es real y se incrementa. Todos somos Familia.
Así que, si la Familia se activa y modifica un poco su rumbo en la medida de saber manejar los límites, si distribuye la comunicación con sus hijos de manera diferente, toda la sociedad puede modificarse. ¡Pensemos sobre esto! La violencia es cosa de todos. La prevención está en nuestras manos.
Dra. Mª Pilar Berzosa Grande.
Psicóloga clínica. Col-AN-1815
Terapeuta familiar
Docente en UNIR