El niño que no sonríe, por Mayte Vázquez.
“Un niño sin sonrisa, es como un árbol sin hojas”
Uno de los objetivos de los psicólogos clínicos es ayudar a los niños y adolescentes a hacerles reír, en esa etapa en que los niños deben divertirse, jugar con los amigos, compartir juegos, experiencias, vitalidad y sobre todo disfrutar de todo lo que les rodea, no hay nada más frustrante que observar a un niño sufrir, mostrarse irritable, incluso violento, en una palabra infeliz. Creer que los niños no se deprimen es un error común, eso ha provocado que muchos padres confundan los síntomas de esta enfermedad con una mala actitud. La importancia de la detección temprana de este padecimiento, detectando sus causas y prevenirlas es fundamental, con el fin de evitar situaciones de riesgo como suicidios infantiles, en muchos casos.
.- Conceptualización de la depresión infantil. Causas más frecuentes.
Como se ha comentado, los síntomas depresivos en niños y adolescentes, son distintos a los de los adultos, siendo el rasgo común la presencia de un ánimo triste, vacío o irritable acompañado de cambios somáticos o cognitivos que inciden en su desarrollo funcional. La depresión en el niño está ligada a emociones como miedo e ira, junto a sentimientos de irritabilidad. Las causas en los niños de 0-6 años se relacionan con el ambiente familiar, a partir de los seis años la afectación relacional con los iguales suele ser predominante, aumentando en la adolescencia conjuntamente a síntomas negativos de autoestima y autoconcepto., es por todo ello muy importante detectar esas llamadas de atención ante situaciones de angustia y de indefensión proponiendo programas de prevención dirigidos tanto a padres como profesores en sus entornos familiares y educativos: “hogar y escuela” respectivamente.
.- Programas de prevención.
Los programas de prevención tienen un doble objetivo, por un lado enriquecer el entorno del niño aumentando su satisfacción, por ejemplo modificando aspectos educativos y sociales y por otro lado dotar al niño de habilidades de afrontamiento a situaciones difíciles y de estrés.
La psicoeducación en los programas de prevención es muy importante, la mayoría de las veces los padres, como se viene diciendo, no saben qué hacer y deben ser conscientes de los cambios que se deben realizar, entre ellos la motivación y la comunicación como claves en el inicio de una buena prevención. Los desajustes en la pareja y por ende familiares, inciden en un desequilibrio sistémico, plasmándose en conflictos familiares, relaciones insatisfactorias, etc., por ello es necesario que los padres sepan desarrollar habilidades sociales y de interacción positiva que hagan crecer y educar a un hijo de una manera positiva y con un entorno rico en estímulos que brinden estabilidad, bienestar y satisfacción. Se puede afirmar que un apego seguro es una de las mejores prevenciones en depresión que existen, al inculcar en el niño seguridad y fortalecimiento ante situaciones estresantes.
Además, detectar habilidades o destrezas en los niños y reforzarlas de manera positiva, harán que el niño desarrolle actitudes de interés y experiencias más enriquecedoras. Este desarrollo experiencial es fundamental en la actualidad cuando los niños se ven “volcados” en los juegos y nuevas tecnologías interactivas. Los padres deben ser coherentes en su uso, ya que diferentes estudios han demostrado que el uso indiscriminado en Tics, están ligadas a aislamiento, depresión y ansiedad.
Trastornos de adicción a juegos y teléfonos móviles, y el uso indebido en redes sociales o actuaciones de cyberacoso, en procesos de pertenencia a grupos referenciales, producen en el adolescente una disminución de su autoestima, y su valía personal, llevando al sufrimiento, vacío, y si no se lo comunica a sus padres o profesores, pueden llevarle a trastornos de ansiedad, depresión grave e incluso suicidio. Por otro lado, en la línea de dotar al niño en habilidades, para que aprendan a afrontar situaciones estresantes e incluso convertirlas en situaciones de éxito, destacamos:
.- Habilidades de control emocional, como los programas de relajación (Cautela y Groden, 1985)
.- Habilidades de control mental, como los de autoinstrucciones de Meinchenbaum (1987)
.-Habilidades conductuales, como los basados en tolerancia a la frustración y asertividad.
En todos estos programas de habilidades dentro de la acción preventiva, los padres vuelven a jugar un papel importante, al educar a su hijo dentro de una inteligencia emocional plena, enseñar al niño desde pequeño a conocer sus emociones y la de los demás, desarrollar empatía, resiliencia ante situaciones difíciles y asertividad en el desarrollo de situaciones sociales y con sus iguales, son en su conjunto dotar al niño de habilidades emocionales, y conductuales que le ayudarán a vivir en armonía y sobre todo a ser más feliz. “Conócete y vencerás”.
En la adolescencia, es un aspecto esencial el de la autoestima y autoeficacia, los padres deben generar en el niño esa identidad que les “hace únicos”, e incluso que les hace diferentes, pero no por ello peores, sino exclusivos, normalizar situaciones reestructurar pensamientos y potenciar esas fortalezas personales como son el humor, la perseverancia, la curiosidad, la aceptación, la armonía, la honestidad o la equidad, ante esas dificultades que surgen. Siguiendo la psicología positiva, aprender a perdonar, escribir cartas de agradecimiento o reflexionar en acontecimientos positivos, son prueba de ello y ayudará a los padres a hacer más felices a sus hijos, aumentando al mismo tiempo su autoreflexión personal (eliminado distorsiones cognitivas), autonomía y responsabilidad.
.- Conclusiones
Como se ha descrito, enriquecer el medio físico y social del niño y enseñarle a ser optimista ante la adversidad, haciéndoles conscientes de los peligros que pueden generar ansiedad, como la falta de habilidades sociales, uso indiscriminado de las Tics., y déficit en competencias personales y de resistencia, harán un niño inseguro, infeliz y por tanto niños que sufren y con altos estados depresivos. En nuestra mano está modificarlos, realizando programas donde se modifique su entorno hacia la homeostasis y sobre todo desarrollando programas en habilidades emocionales, cognitivas, y sociales de gran relevancia, como las descritas en este trabajo.
Méndez, F.X. (2011). El niño que no sonríe. Madrid: Pirámide. 259-273