FORTALECER LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LAS PERSONAS MAYORES, por Mayte Vázquez.
La Inteligencia Emocional (I.E) constituye
una de las fortalezas clasificadas por Seligman y Peterson en el Character Strenghts and Virtues; sin
embargo, analizando en profundidad el concepto de Inteligencia Emocional
desarrollado por dichos autores, encontramos que dentro de este concepto global
(establecido por Mayer y Salovey en 1990 inicialmente y difundido por Daniel Goleman en 1995 en su libro con el mismo nombre) se
trabajan algunas otras fortalezas importantes como son la creatividad, la resiliencia, la apertura a la experiencia, el
agradecimiento o las relaciones sociales entre otras, es por ello significativo
en este artículo no solo destacar la importancia de la Inteligencia Emocional
en el envejecimiento activo y con éxito de nuestros mayores, sino también
habilidades que se relacionan con la misma y que han sido y son objeto de
estudios en numerosas investigaciones.
·
Inteligencia
Emocional de nuestros mayores.
La Inteligencia Emocional es una
de las fortalezas que en equilibrio configuran a una persona valiosa y segura,
tanto a nivel personal como en relación con las personas que la rodean. Llegar a mayor emocionalmente sano, sabiendo apreciar
el presente, ajustándose a cada momento, adaptándose al entorno y por supuesto
desarrollando un enfoque relajado y optimista es sinónimo de un envejecimiento
activo y con éxito.
La sociedad actual refleja una
visión negativa de las personas mayores, donde cumplir años se asocia a un
declive físico, unas capacidades cognitivas mermadas, lo cual provoca
situaciones de aislamiento social, soledad y por ende de desequilibrio
emocional, con connotaciones más negativas que positivas. Nuestro objetivo es cambiar
esa visión de pérdidas por ganancias, de ensalzar los éxitos y no los fracasos,
de resaltar la experiencia vital y no el sufrimiento y por ello el objetivo es concienciar, prevenir y educar en el
desarrollo de esa capacidad emocional.
La personalidad, el entorno, la
familia son variables que median en el enfoque vital de la persona (modelo
biopsicosocial) pero ¿qué capacidades denotan las investigaciones al respecto y
cómo podemos potenciarlas?, pasemos a analizarlo brevemente.
·
Investigaciones y Planteamientos sobre la
I.E. en personas mayores.
Al hilo de lo anterior, llegar a
mayor con flexibilidad emocional garantiza el optimismo, la esperanza, el
bienestar y por supuesto ese concepto tan atrayente como es la felicidad.
Las investigaciones en este campo relacionan esta fortaleza con otras
también significativas como son la resiliencia o el sentido vital, no olvidemos
que en culturas como las orientales donde
prevalecen la serenidad, el positivismo emocional y se cultivan el entrenamiento
mental y el sentido vital son más longevas y felices (García, H. y Miralles F.
2016). De hecho, llama la atención un estudio realizado en la Universidad de
Yeshiva que determinó que las personas longevas comparten dos actitudes vitales
comunes muy importantes: el positivismo y la expresividad emocional
elevada.
Más próximo a nosotros, un estudio de Ramírez E. y cols. (2015) de la Universidad de Jaén, muestran las fortalezas como rasgos de la personalidad y que están presentes en nuestra calidad de vida, se trata de potenciar las fortalezas, educarnos durante todo el ciclo vital de manera emocional y ser conscientes de ello para conseguir individuos más felices con nosotros mismos y con nuestro entorno.
Otras investigaciones nos indican
que la habilidad para manejar las emociones, así como para reconocer los
sentimientos propios y ajenos, mejoran de forma notable a partir de los 60
años, así Enrique Lombardo en su artículo sobre “intersecciones teóricas en la vejez” (2012) nos presenta un trabajo
bajo la perspectiva del bienestar, donde los factores externos e internos se
controlan mejor combinando estrategias
de descompromiso, selección, y reevaluación de manera de regular la vida emocional hacia formas de equilibrio y
armonía, es decir que la persona a lo largo de su vida va desarrollando
recursos y al llegar a esa franja de edad, realizan una comprensión mejor de
sus fortalezas en general y de su proceso de envejecimiento en particular, en
síntesis sería la denominada teoría de la integración cognitivo-emocional
al plantear que las personas mayores, en
vista de unas realidades que no pueden controlar, optan por propiciar las emociones positivas como clave de equilibrio, de
felicidad y deseabilidad social.
En este marco de teorías
psicosociales y emocionales del envejecimiento, resaltar la teoría de la
selectividad socioemocional, desarrollada por la psicóloga de Stanford,
Laura Carstensen, (1993), donde la persona toma conciencia de que la vida se
está agotando, focalizando las conductas a experiencias
emocionales gratificantes, se trata de disfrutar del momento, del aquí y
ahora.
No debemos olvidar el carácter
que imprime Fernández Ballesteros, R. (2009) en este envejecimiento activo, donde las emociones activas son indicadores
de éxito. “Las emociones son
herramientas fundamentales de adaptación: en tanto proporcionan el requisito
básico para el aprendizaje (la evaluación del significado de los estímulos) y
activan cambios conductuales, fisiológicos y hormonales que se asocian con
estilos cognitivos y conductuales idóneos para el afrontamiento de situaciones”.
Verdaderamente lo que sobresale en
todos estos marcos teóricos y estudios mencionados, es su aspecto integral en todas las variables
que lo conforman y no se deben “perder de vista” al estudiar a la persona mayor
de una manera global, aspectos fundamentales como su estado bio-fisiológico, cognitivo, contexto
social, familia, cultura, etc. por ello queda mucho trabajo que seguir
desarrollando.
·
Hacia un cambio de paradigma. Potenciar la Inteligencia
Emocional de los mayores.
De manera general, el
envejecimiento activo y su expresión emocional, no es solo una
conceptualización actual que trata de evitar una vejez decadente y dependiente,
hay que evitar la frivolidad, creando
un estilo de vida y unas pautas de
funcionalidad intelectual y emocional que relacionen al individuo en esa
prosperidad.
Más específicamente, podemos desarrollar
tareas que traten de incrementar esa Inteligencia Emocional en el entorno del
mismo:
.- Desarrollo de la narrativa y comunicación escrita. Ante el afrontamiento de situaciones denominadas “estresoras”, debemos aprender a desarrollar un cambio mediante la representación escrita, plasmando nuestros miedos, nuestro malestar tratando de conferir sentido a las malas experiencias.
.- Desarrollo de la escucha activa.
Debemos poner el foco de atención en lo que nos están contando, atendemos y al
final reflejamos lo que sentimos ante esa conversación o mensaje ajenos, con
ello no solo fomentamos la comunicación, también la interacción social y la
empatía.
.- Desarrollo de habilidades sociales. Aunque suene “a tópico”, acudir a actos sociales, participar en asociaciones y desarrollar
la interacción inter e intragrupos, sirven para dotar a la persona de seguridad
y confianza, reforzando sus emociones.
.- Desarrollo de la fortaleza de la gratitud. La
gratitud además de ser un antídoto contra la depresión, caracterizan a una
persona optimista y armoniosa, por eso ejercicios de gratitud diaria y su
reflexión, ayudan a la potenciación de estados más positivos.
.- Desarrollo de la fortaleza del perdón. Cultivando el perdón a lo
largo de nuestra vida, nos hace mantener una mente más amplia, nos ayuda a no
centrarnos en lo negativo, sin excusas, ni reproches. La carta del perdón, ante
un tema inconcluso con alguna persona de nuestro pasado o que nos “remueve
emocionalmente” puede conseguir ese equilibrio.
.- Desarrollo de la creatividad y la apertura a la belleza. Estas
fortalezas si además las realizamos en compañía, nos llenan de mayor plenitud:
ir a museos, desarrollar la pintura, escritura creativa, danza etc., pueden ser
ejemplos de ello.
.- Despolarizar el pensamiento. Practicar actividades como yoga o “mindfulness” ayudan al equilibrio
emocional al eliminar juicios y etiquetas de valor sobre aquello que
ocurre a nuestro alrededor.
.- Desarrollo de la apertura a la experiencia. Aprendiendo a ser
más flexibles y dinámicos, reconociendo mejor nuestros estados emocionales,
ponerles nombre y exteriorizarlos forman parte de esa dinámica emocional a lo
largo del ciclo vital. Es curioso que nos enseñan a identificar el miedo, la
tristeza o el enojo, aprendamos también a identificar la alegría, la ilusión y
el entusiasmo, el diario de experiencias agradables al finalizar el día es de
gran ayuda, además asociar hechos y experiencias agradables a un objeto y
llevarlo con nosotros ayudan a combatir
los momentos “menos buenos” que nos
puedan acontecer.
.- No focalizar nuestra motivación en un solo objetivo. La vida está
llena de experiencias que debemos adaptar a nuestro estilo de vida y
necesidades.
·
Conclusión
El desarrollo de la inteligencia emocional requiere tiempo y entrenamiento, como hemos visto habilitar a nuestros mayores en dimensiones como la empatía, la regulación emocional o las habilidades sociales favorece de forma notable el propio proceso de envejecimiento. Nuestro objetivo es hacernos conscientes e interiorizar y gestionar las emociones de la manera más óptima, y con ello conseguir no solo un envejecimiento sano, sino un autoconocimiento más positivo y una mejor calidad de vida, está en nuestras manos y en las de nuestra sociedad ayudar a conseguirlo.
“Hasta el viaje más largo comienza con un solo paso.”. Proverbio japonés.
·* Referencias
Carstensen, L.L. (1993). Motivación
para el contacto social a través de la vida: una teoría de la selectividad
socioemocional. Lincoln: University of Nebraska Press. (40), 209-254.
Fernández, R., (2009). Envejecimiento
activo: contribuciones de la Psicología. Madrid. España. Pirámide.
García, H. & Miralles F., (2016). Ikigai, los secretos de Japón para una vida larga y feliz.
Barcelona. España, Urano.
Lombardo, E., (2012). Psicología positiva y psicología de la vejez.
Intersecciones Teóricas. Revista
Psicodebate. Facultad de ciencias Sociales. Universidad de Palermo.
Recuperado de https://www.palermo.edu/cienciassociales/investigacion-y-publicaciones/pdf/psicodebate/13/Psicodebate_N13_03b.pdf
Peterson, C y Seligman, M., (2004).
Character strengths and virtues: a handbook and classification. Oxford
University Press.
Ramírez E, & Ortega, A.R., y Martos, R., (2015). Las fortalezas
en personas mayores que aumenta el bienestar.
European Journal of Investigation in Health. 5 (2), 187-195.
Segura, S., & Aguilar, J., y Lorenzo, J., (2011). Envejecimiento activo y psicología positiva de la vida. International Journal of Developmental and Educational Psychology, 4 (1), 127-132.